martes, 17 de enero de 2012

MALASIA, CRUCE DE CAMINOS





Un malayo musulmán cruza, tras un comerciante indio, la calle de los armenios a la altura de un templo chino de camino a su mezquita en Georgetown, antiguo asentamiento inglés. ¡¡Selamat Datang a Malaysia!!


Más aun. Si atiendes al resto de tus sentidos, olerás las inigualables especies de los comercios indios, escucharás la llamada al rezo de los minaretes de las mezquitas, palparás los adornos del venidero año nuevo chino y paladearás delicias myonyas –combinación única de cocina malaya y china. Ésa es Malasia; un cruce de caminos de infinititas dimensiones, un crisol de culturas.

Ya sobre el mapa, Malasia se dibuja como puente entre la Asia continental de Tailandia, Camboya, China o India y la Asia insular de Singapore, Indonesia, Filipinas, Timor… Salpica, además, numerosos archipiélagos de paradisíacas islas y lanza sus tentáculos en Sarawa y Sabah, donde comparte isla con la afanosa Indonesia y el introvertido Brunei.   Enclave único que también atrajo a flotas como la holandesa, la portuguesa o la inglesa, culturas que dejaron de esta manera su inequívoca impronta. Sin ir más lejos, este país, de monarquía parlamentaria, se define como una federación de 15 estados que suman 25 millones de habitantes que, de forma armoniosa, crean una colorida diversidad de culturas sin igual. Con predominio malayo, chino e indio, pero con tintes indígenas de Kadaa, Iban o Sabah así como rasgos de ascendentes indonesios, todo ello espolvoreado con la blanca azúcar que añaden los extranjeros que vienen a estudiar al país (segundo país de Asia en recibir estudiantes universitarios foráneos), a sumarse al programa “Malasia, mi segundo hogar”, a invertir o, simplemente, a disfrutar de las maravillas naturales que esta región ofrece. Esta amalgama visual se vuelve irremediablemente fascinante cuando cobra voz. Las impredecibles combinaciones fonéticas llevarán al malayo a confundirse asiduamente con el mandarín, el cantonés o el hokkieniano dependiendo de donde te encuentres, sin que por ello esté exento de injerencias anglófonas y de guiños hindis o tamiles locales. Una banda sonora que acompaña a actores y actrices variopintamente envueltos en sensuales túnicas, comedidos burkas, florido algodón chino, impoluto fajín hindi o internacional vaquero. Y un decorado que, también inconfundiblemente, te recuerda que estás en un país musulmán donde la basura satura con excesiva frecuencia esquinas de comercios para regocijo de roedores de notable tamaño.

Cuando, aun absorto al llegar a este cruce de caminos, decides continuar, la oferta se transforma, una vez más, en un abanico repleto de tentadores destinos. La zona este en general y la noreste en particular se presenta como la menos desarrollada y auténtica. Sin embargo, en época de monzones, el riesgo de fuertes lluvias puede provocar evacuaciones de sus islas más idílicas como ocurrió mientras estaba yo allí. En ese momento cuando surgen otras candidaturas. La isla de Penang, creada por los ingleses es una Malasia a escala y así lo reconoce la Unesco. Escasos metros de asfalto separa las especies de los caldos, las túnicas de los algodones, la música de los faroles rojos, las estatuas de los budas, en definitiva, solo unos metros separa Little India de Chinatown. Ambos envueltos en el alma musulmana malaya. De igual manera, la isla tiene su zona montañosa en el interior, verdes humedales al oeste y paradisiacas playas al norte. Todo ello combinado con una variedad de frutas tropicales y ricos guisos que presumen de ser calificados como de los mejores de Malasia

La capital de la nación, Kuala Lumpur es interesante para un par de días. Puedes caminar por sus avenidas con las torres gemelas más altas del mundo como testigos para luego seguir un monorraíl que en unos minutos te deja en Chinatown o en algún mercado donde al torcer la esquina verás jóvenes malayas protegiéndose del sol con un paraguas al salir de una reluciente tienda india de anillos de oro. Dos horas más adelante te encontrarás de bruces con la historia de Malacca (Melaka). Su sello de Patrimonio Unesco se sustenta en las edificaciones portuguesas, casas coloniales inglesas y museos holandeses que compiten en protagonismo con los vivos dibujos de los patios de las casas que se asoman a sus canales mágicos. El bullicio, el humo, el chocolate dulce, la cerveza amarga y la música la ponen los puestos de mercado y locales de Jonker Walk que, cuales vampiros, saltan de sus escondites al caer el sol creando un hermoso mosaico que embauca a turistas y locales.

Gira la cabeza. Esa otra carretera te llevará a Cameron Highlands. Una especie de pueblo suizo en las montañas centrales de  Malasia donde, además de poder por fin ponerte manga larga, podrás perderte entre plantaciones de té negro, museos de mariposas, pueblos indígenas o paseos por junglas de fango y humus. La salida igual la encuentras tras horas por caminos asombrosos entre escaleras naturales, laberintos de raíces, cortinas de hojas enormes, cascadas de agua, hierbas medicinales y plantas carnívoras. Te quedarás sin argumentos para rechazar otras alternativas disponibles que yo no probé. Si es la eco-aventura lo que te mueve, encontrarás parques encantadores con acceso por barca para ver animales. Si es el deporte, golf, carreras de caballos o Formula 1 están a la orden del día. Como lo está el buceo en edenes salvajemente bellos en las cientos de islas que vigilan la Malasia continental. El escaparte culinario es un imán irresistible igualmente.

Como añadido especial, cuentas con que el inglés está ampliamente extendido y hace al viajero muy cómoda la estancia. Además, las comunicaciones por carretera son cómodas con múltiples de destinos a los que llegarán varios de los muchos touroperadores que hay o podrás usar las dos compañías de vuelo de bajo coste más la principal que cubre ampliamente la red de aeropuertos. El verde y la palmera inundan aquello donde no llegan sus dos mares. La gente es muy amable y, aunque ves pobreza y suciedad, notarás también su dignidad y su educación. En definitiva, Malasia es un buen destino para combinar naturaleza, modernidad y seguridad sin perder la esencia de Asia y sus peculiaridades. Y, sobre todo, un escaparate perfecto para comprobar que se puede convivir respetando a los demás. He preguntado a malayos de rasgos chinos que de qué nacionalidad se sienten y me contestan que de los dos: de origen chino pero nacidos en Malasia. Los indios te responderán lo mismo y los musulmanes se muestran más tolerantes aquí. Si bien también hay quien ve confrontaciones aun –lógicas, añadiría yo- y claman que hay 2 millones de ilegales de Bangladesh, Nepal y otros países menos desarrollados. Paralelamente hay un sentimiento de patriotismo por cuanto en todos los edificios públicos importantes la bandera de la Federación Malaya ondea junto a la de cada estado.

Un país, en pocas palabras, muy vivo. Su veleta de destinos es tan atractiva como variada y la mezcla de culturas un canto a la humanidad. Un dato significativo; se acercan dos semanas de celebraciones multitudinarias que refrendarán a buen seguro esta armonía. El 23 de enero será el Año Nuevo Chino; el 5 de febrero es la fecha del Año Nuevo Malayo y el 7 de febrero nacerá como el Año Nuevo Indio. ¿Necesitas más pruebas?


Tips:

¿Qué vi? = Kuala Lumpur, Malacca, Cameron Highlands, Penang Island.
¿Dónde dormí? = Hotel barato, albergue, tren cama, bus nocturno.
¿Qué comí? = Mee goreng, hamburguesa malaya con salsa picante y dulce, satay (pinchitos varios), Laksa Penang (sopa), kenpuyu (pescado) obleas de almendra y canela, zumos de frutas varias, comida y pan indios, mucho nasi (arroz) dumplings y caldos nyonyos.
¿A quién vi? = Además de los que llevaban el hotel de KL y el albergue de Georgetown -super amables-, compartí charla con Niel (Dinamarca), cervezas, bus, comidas y albergue con Chris (USA) y Stephanie (Francia) y cuarto, “motorino” y tres días de charla italiana-española-francesa-inglesa con Laura, Piero y Marco (Italia).
¿Qué traba encontré? = La lluvia y amenaza de monzón me impidió ir al noreste que es la zona menos desarrollada y más auténtica. Descubrir que estaba cerrada por temporada baja la montaña que pensábamos patear cuando habíamos hecho ya 2 horas de bus.
¿Qué me agradó? = La referida mezcla cultural es lo más llamativo por su convivencia. El paisaje, una vez más, absorbe. Malacca tiene un encanto especial por su canal, sus dibujos, sus mercados y el remanente portugués e inglés de la ciudad. Los adornos del venidero Año Nuevo Chino.
¿Qué me disgustó? = Quizá más basura, mal olor y ratas de la cuenta según qué zonas.
¿Qué medios usé? = Autobús de línea, urbano y VIP, tren de cercanías, tren cama, ferry, jeep, moto alquilada.
¿Kilómetros recorridos? = 683 km en tren, 1.393 en bus y jeep, 12 en ferry, 58 en moto y 28 andando.
¿Qué lado conducen? = Izquierda.
¿Precios? = Hotel 9 euros, albergue 4 euros (record: ¡2 euros el día con AA y agua caliente!), gasolina 48 ct/lit, botella de agua 40 ct, comer bien en restaurante medio 7 euros, en la calle por 2-3 euros. Tren cama: 10 euros unos 350 km.
Curiosidades = Se mezclan los idiomas en las conversaciones asiduamente, saltando con expresiones inglesas dentro de conversaciones malayas con desviaciones chinas frecuentes. Por la noche asoma la estandarización de locales de música machacona, precios de bebidas desorbitados y chicas provocativas que hay por toda Asia. Igualmente, hay muchos travestis.

1 comentario:

  1. Muy interesane Malasia. Seguramente tendríamos mucho que aprender sobre la convivencia social que tan ampulosamente le llamamos en occidente interculturalidad. Cuidate que te veo más delgado desde que te dejamos en Japón. Por cierto, ¿Cual es el próximo destino y para cuando? Un beso grande

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