viernes, 9 de marzo de 2012

INDONESIA, DEL NEGRO AL BLANCO


Abatido por el cansancio y tentado por los relucientes asientos vacíos contiguos, Ganesha pareció vencer el duelo contra pasajeros borrachos y mensajes comerciales  uniformados en su intento de conciliar el sueño. Aun así, su principal insomnio no era la estrechez del avión sino el torrente de sensaciones que le proporcionaba su próximo destino y que a duras penas conseguía ordenar.


Indonesia, ya de por sí, se adivinaba como una tierra de contrastes naturales asombrosos donde la desnudez de las playas exóticas daba paso en apenas escasos kilómetros a montañas vestidas de delicado arroz, volcanes luciendo estirada falda de lava y pueblos tejidos de floridos abrigos. Semejante vestíbulo da colorido a uno de los países más poblados del planeta, con más de 240 millones de sonrisas y saludos. Del aroma religioso destacan los templos hindúes del siglo VIII o la tendencia hinduista de Bali, si bien la inmensa mayoría sigue obediente la llamada de los minaretes que salpican todo el país. Un país convulso políticamente, de joven independencia, de tiranteces internas y que comparte teóricamente en paz territorio en islas con Papua, Timor o Malasia. Una nación que lucha incansable y afanosamente contra la Madre Naturaleza. ¿Qué habrá hecho Indonesia, se preguntaba Ganesha, para que el 83% de su territorio esté constantemente bajo la amenaza de terremotos, tsunamis, volcanes, inundaciones o ciclones? Recordaba nuestro viajero que en 2010 murieron miles de personas asoladas por la erupción del volcán Merapi, en Java; que en 2006 el actor principal fue un violento tsunami o que en navidad de 2004-5 Sumatra sufrió un devastador terremoto con miles de víctimas; poco después de que el ser humano también reclamase envidioso su protagonismo asesinando sádicamente a más de 200 personas en Bali. A pesar de eso, la hospitalidad indonesia tiene fama mundial y culturalmente es difícil batir a una sociedad insular, donde el mar es un imán que ha atraído y repelido todo tipo de pueblos, ciencias y creencias. Además, por si esto no fuese suficiente atractivo, ciertos condicionantes temporales se habían añadido a este mosaico. Sin ir más lejos, Indonesia supondría el cierre a este inolvidable periplo asiático que ha tenido absorto a este aventurero europeo durante más de cuatro meses y, como añadido, tenía reservado una posición emblemática dentro del itinerario de sus viajes. Con todo esto, ¿cómo iba a poder conciliar el sueño? Se reincorporó en su asiento y dio la bienvenida a las primeras luces de Java primero y a las primeras playas de Bali tan solo unas horas después.



El destino, aun ajeno a la ausencia de sueño, no quiso desmerecer tanta expectación y diseñó un despertar de impacto. La mítica Bali resultó ser una perfecta y desagradable tela de araña donde chocar una y otra vez. Un infernal enjambre de turistas y locales, despreocupados y descuidados los anteriores con los últimos y a la caza sin cuartel de los primeros por parte de los segundos. Un panel de tiendas, agencias, bares, restaurantes, hoteles y agentes comerciales, aderezado por un tráfico pegajoso, caótico y ruidoso donde las bocinas imperan sobre las normas de circulación. Parece como si las recatadas normas musulmanas del resto del país sufriesen aquí, en el único territorio predominantemente hindú, su revancha más salvaje alentada por hordas de australianos. Aturdido, nuestro protagonista, se pierde en busca del refugio de su cámara apuntando a un sol que se avergüenza por el oeste. Sin embargo, la decepción se apodera de nuevo de él por primera vez este viaje al aventurarse a nadar en una de las playas más sucias que ha visto en su vida.



Dispuesto a no dejarse influir tan pronto, Ganesha dio la bienvenida a la providencia disfrazada de simpático y apuesto mexicano veinteañero y saltó sobre unas ruedas a las que pidió en secreto desenmascarar el verdadero espíritu de la isla. Una apuesta que resultó certera. El interior de la isla ablandó poco a poco su gesto y saludaba con amabilidad el paso de los dos hispanos a la vez que adornaba con el colorido hindú de esta época del año su recorrido. Paralelamente la costa este, cansada de llorar humo de volcán, invitaba con inusual arena negra a rebautizar de nuevo Bali con mansa agua marina.



Para seguir aclarado el turbio inicio indonesio, Ganesha decidió dejar mochila, internet, recuerdos, cerveza y fiesta por unos días y perderse en Gili Teranwangan, una paradisiaca isla cuyo contorno es factible de ser explorado por completo en un absorbente paseo sobre arena blanca en menos de dos horas. Una fuente de energía e inspiración rociada de remotos escondites donde pensar, leer, escribir, dibujar o simplemente perder vista y mente y no dejarlos volver en horas con la única excusa de disfrutar de la puesta de sol o de espiar a la luna en su primer baño en el mar.


La segunda semana amanece en Bromo, mítico cráter en la costa este de Java. Anuncian erróneamente las guías que es un volcán apagado en la actualidad. Pasear por su explanada gris, ascender a su cráter, jugar con sus sombras, discutir su eco o plegarse a su imponente figura certifican esa errata. Para los más incrédulos, la puesta de sol desprenderá una luz y una energía majestuosas y contemplar la salida del astro rey perdurará durante días en sus retinas. Un color y un calor si acaso extrapolable a lo humano en la cena de la noche siguiente en Surubaya. Atrevido como acostumbra, nuestro protagonista da esquinazo a las avenidas principales de esta ciudad industrial y se adentra por pasadizos estrechos de un humilde barrio musulmán olvidado de los mapas turísticos. Un derrotero que inicia con un nuevo compañero de aventuras de Portland y que termina en un puesto ambulante rodeado de críos de llamativas camisetas futboleras, miradas cruzadas de madres curiosas y osadas preguntas de jóvenes y adultos. Un calor humano que no merma a pesar del aguacero que les obliga a abandonar el lugar con el agua por los tobillos.



Por si la fotosíntesis no se hubiese completado aun, los siguientes días blanquearán definitivamente aquello que empezó oscuro y tenebroso. Auspiciado por Couch Surfing, los dos exploradores experimentarán el máximo exponente de la hospitalidad indonesia. Tatang, coordinador de tareas de rescate y de emergencia tras desastres naturales, les cederá su cama, su casa, su plato, su tiempo y sus tres generaciones de familia durante una semana cerca de la monumental Yogyakarta, al sur de Java. Platos de interminable comida, interesantes charlas frente a cortinas de repentina lluvia, películas de concienciación ante catástrofes naturales, partidas de ajedrez, visitas culturales o simplemente un buen té y un periódico sustituirán a albergues, fiestas, comidas de puestos ambulantes o rutas nocturnas. Una acogida tan sencilla como pura. Más aun para Ganesha cuyo cuerpo parece haberle recordado que, a pesar de su prestado nombre divino, es humano. Estómago suelto, dolor de cabeza, sudores y fríos alternos y fatiga extrema azotan aprovechando algo de cansancio, debilidad y pérdida de peso. Por suerte para él, se encuentra en familia y así lo tratan hasta que se recupera lo suficiente para poder continuar no sin antes dar las gracias de corazón por la hospitalidad, por haber sido mimado constantemente, por la desinteresada atención recibida, por recibir una sonrisa cada día de más de lo previsto que se tenía que quedar, porque la amabilidad y la acogida sobrepasan con creces los límites de la corrección y el recibimiento.



Una educación y una deferencia que asoma por doquier. Ganesha escuchará asiduamente en buses, plazas, calles y senderos de la explanada de Dieng o por anónimos poblados el rítmico estribillo de “hello, Mister!!”, encontrará asistencia constante para llegar a los escondidos cráteres sin reparar en el idioma, cruzará sonrisas y miradas con estudiantes y ancianos, platicará con lugareños encantadoramente incautos y atrevidos, recibirá amenas clases de cocina local, dormirá gratuitamente en la cama de un hostelero que traduce overbooking por sofá  y no encontrará mejor color que el dorado cincuenta para enmarar para siempre su inolvidable paso por Indonesia.



Pd: Ganesha es el nombre del hijo de Tatang. Su nombre significa Dios del Conocimiento y, en segunda acepción, Protector del Viajero.


Tips:


¿Qué vi? = Bali, Gili Terawangan, Mt Bromo, Solo, Yogyakarta, Borobudur, Dieng, Bandung.

¿Dónde dormí? = Casa familia indonesia, hotel barato, albergue, minibús.

¿Qué comí? = Sate kambing, gule kambing, mae goreng, pumking curry, beef rendang, bakso, progo, bambú y bebida es jeruk, ginger con azúcar morena y leche de soja.

¿A quién vi? = A la familia que me acogió comandada por Tatang, Renie, Elmy, Diro, Ganesha, Mujirah, Rasya, además de Hugo (México) y Zacht (USA) con los que compartí unos días. Al increíble muchacho regente del hostal de Dieng, Dwi que daba las gracias por elegir su local mientras me alojaba gratis la última noche, me enseñaba recetas de cocina y me brindaba su mejor bebida.

¿Qué traba encontré? = Por primera vez estuve unos días semi-enfermo con dolor de cabeza, fatiga, golpes de calor, sudores, fríos y vientre suelto. Supongo que algo me sentó mal y mi cuerpo también dio un toque de atención. Me tuvo unos días fuera de combate y muy cerca de visitar el hospital.

¿Qué me agradó? = La amabilidad de la gente una vez más salvo en contadísimos sitios. Como saludan por la calle y te dedican un “hello mister” una y otra vez. Entre ellos se llaman hermano y hermana también y a los mayores se les habla con un respeto cautivador. Hay bastante educación. La zona de los volcanes es trepidante.

¿Qué me disgustó? = Bali fue una decepción. Además, hay más basura, mal olor y suciedad por dejadez de la gente. Prefieren tirar un vaso al mar que a la papelera.

¿Qué medios usé? = Autobús de línea, urbano, tren, ferry rápido, minibús, bicicleta con asiento para pasajero, taxi, avión, moto alquilada.

¿Kilómetros recorridos? = 564 km en tren, 1.041 en bus y jeep, 80 en otros y otros 80 andando.

¿Qué lado conducen? = Izquierda.

¿Precios? = Hotel 9 euros, albergue 3,5 euros, gasolina 82 ct/lit, botella de agua 37 ct, comer bien en restaurante medio 8 euros, en la calle por 2 euros. Tren: de 3 a 25 euros unos 350 km.

Curiosidades = Segunda experiencia con Couch Surfing y muy agradable de nuevo. País musulmán por lo que hay menos diversión nocturna. Mejor conocimiento del inglés del esperado. Gran afición al ajedrez, pude jugar en más de un sitio. Ningún indonesio te dirá que no sabe dónde está un sitio, qué cuesta algo o a qué hora sale un tren. Todos te responden de lo más natural lo que les parece, aunque no sea la respuesta correcta.

4 comentarios:

  1. Gran texto, de los mejores que te he leído, y mira que pones el listón alto...deberías plantearte a tu vuelta esto de seguir escribiendo...
    Así que no eres invencible no??me alegro de que te recuperaras sin paso por el hospital.

    Que siga el BC para usted caballero.

    (Y yo pensando en ir a Bali...hoy mismo he cerrado mis billetes de viaje y al final lo descartamos...)

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    1. Impresionado me dejas viniendo de un literato como vos. Muchas gracias. Bali no está tan mal si buscas juerga y surf, eh.

      Ya estamos recuperado y cogiendo kilos a pasos agigantados con las hamburguesas, fish&chips y bocatas...

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  2. Está chulo el cambio en la narración a 3ª persona... sip!!

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