LO QUE NOS CUENTAN DIEGO Y MARIBEL:
Hace honor, Japón, al
título: colores, sabores, sonidos, sensaciones, comportamientos e imágenes
muestran un país plagado de contrastes entre el peso de lo tradicional y la
modernidad.
Los colores
del otoño, con su gama de rojos, ocres y amarillos de los bosques de Nikko
aparecen entre los templos abrazándolos en la conjunción de la naturaleza y los
templos como construcción humana. La naturaleza vegetal, animal y la obra
humana la encontramos en los bosques de Nara con sus ciervos entre la gente
pidiéndote galletas, que a veces te arrebatan sin darte cuenta. Los templos Zen
de Sanjusangendo y el pabellón de plata, Ginkakuji de Kioto etc. conviven con
las luces de neón del cruce de peatones famosísimo de Shibuya, de Gión, del
barrio de la electrónica de Akihabara… Los colores y las diversas formas de vestir de los jóvenes.
Japón
también es Takayama, entrada a los Alpes nipones, donde se pueden observar las
famosas casas de techumbre de paja, gassho-zukurii, de Hida
- No Sato y… Kioto: su barrio de Gión, el puente de las “Maiko”, sus
farolillos, sus templos de la zona oriental, antes citados, y en la occidental
con el Kinkaku-ji, pabellón de oro, que se mira en los destellos dorados del
estanque cuando el sol le ilumina… por todo ello suscribo las palabras del poeta
Matsuo Bashô enterrado en Kioto: “Siento nostalgia de Kioto incluso cuando
estoy en Kyoto”, este bello sentimiento es aplicable a todo Japón.
¡Ah¡ y de
despedida, al marchar, un regalo: por la ventanilla izquierda del avión, la
silueta esbelta, digna, imponente, sobre las nubes, del Fuji, para continuar, en el atardecer, sobre
Siberia, cinco horas de bellísima y encendida puesta de sol, casi hasta Moscú.
Con ser tan
hermoso lo descrito, llama especialmente la atención y te cautiva el grupo social
que habita estas preciosas y siempre
verdes islas, sus normas, sus
comportamientos, su belleza física, las soluciones para todo, el aspecto “anticuado” de sus transportes, por otro lado
los más rápidos y cómodos del mundo, el formato de sus automóviles, pesado y un
tanto “antiguo”, pero portadores de las
más modernas tecnologías y adelantos, taxis con los asientos cubiertos de
encajes. Sus casas muy numerosas, de dos plantas, conviven en las grandes urbes con encendidos
rascacielos y espectaculares vistas de sus torres, puentes y trazados de trenes
aéreos que atraviesan las ciudades en todos los sentidos y con una puntualidad
rigurosísima.
Si observas
la estética física de sus habitantes te encuentras ante la tesitura de la más
fina elegancia y belleza de cuerpos y rostros o bien, según la etnia, rostros
redondos, huesudos y poco agraciados, no cabe término medio. Si, en efecto, lo que más me ha cautivado es
sus gentes con esa amabilidad de comportamientos refinada, su disposición a
ayudar y serte gratos, su ceremonial de saludos, su organización funcional, su
culto por la tradición a la par que un entusiasmado delirio por lo electrónico
y moderno, sus soluciones previstas para la más mínima necesidad, su cuidado
urbanismo, la limpieza de sus calles y transportes.
Gustan de vestir con
colores blanco y negros, un tanto formales, pero a la par encuentras chicas
ataviadas con zapatos de muñeca, lazos
en la cabeza y bordados en sus vestidos de color rosa. La formalidad del blanco
y negro queda rota por el respeto a la libertad individual y personal que
muestra atrevidas minifaldas negras rematadas por encajes y cuyo físico va
profusamente maquillado. Las viviendas, en su interior se reducen a la
expresión más minimalista, diseñadas en madera de finas líneas, sin muebles... Llama
igualmente la atención su amor por la naturaleza y sus colores, su sentido
barroco de la decoración en calles, escaparates, templos frente a la elegante
sencillez de sus viviendas. A veces
llegas a pensar que no estás en el planeta tierra, que son gentes venidas de
otro lugar espacial, es el sentimiento
que he tenido como observador
español.
Todo ello te
cautiva y daría para una tesis socilógica, pues al lado de tanta corrección, puedes
perder algo que lo encontrarás en el mismo sitio al día siguiente, te quedas
sorprendido de que nadie saluda al entrar a un ascensor o que la distancia
queda definida claramente si pretendes traspasarla. Son tímidos, pero afables,
apenas saben hablar inglés, pero se esfuerzan por ayudarte y sufren si no lo logran.
La aceptación de la norma social es su máxima, pues ésta queda
referenciada en relación con el concepto de ciudadanía, nadie pasa una calle si el semáforo está en
rojo, aunque no haya circulación, nadie arroja un papel, ni una colilla…. y por
otro lado la libertad en su forma de vestir, de creencias (conviven el budismo
y el sintoísmo, a veces en el mismo templo), o
la consideración y el respeto
hacia el otro diferente, el gusto por
agradar…. te invitan a analizar, a
pensar y aprender.
¡Qué pena
que esté tan lejos Japón!
UN PEQUEÑO
APUNTE DE MATI:
Arte,
religión y pasión confluye en los jardines japoneses. El valor estético de las
plantas se une al valor simbólico que sus grandes poetas y pintores le dan: los
ciruelos, para expresar la belleza; los cerezos, lo efímero; el pino y el bambú
simbolizan la longevidad. Cuando contemplas cualquiera de sus jardines quedas
extasiada ante tanta belleza.
Estas
maravillas creadas por ellos, cuya gama de color varía a lo largo del año gracias a la suerte de disfrutar de las
cuatro estaciones, claramente diferenciadas,
conviven con la flora que la naturaleza les obsequia: grandes
extensiones de hermosos y abigarrados bosques. Admiro a este pueblo que cuida
tan civilizadamente de los seres vivos que nos acompañan y que han logrado que
armonice con grandes y cosmopolitas ciudades, técnicas avanzadas, obras de arte
antiguas y modernas y todo tipo de diversiones.
Todo esto
acompañado de una amabilidad no fingida por parte de sus ciudadanos, hacen que
te quede un gran deseo de volver.
¿Y AHORA QUÉ CUENTA GRACI?
Varios de vosotros me habéis preguntado, cuando os contaba
cosas de Japón, qué es un Onsen o qué es un Ryokan; ambos los he disfrutado
tanto como visitar las ciudades y nutrirme de todo lo que hay en ese cautivador
país.
Un ONSEN JAPONÉS
es un baño de agua caliente, en ocasiones aguas termales, en medio de las
montañas, rodeados de vegetación, cipreses, abetos y arces, donde se respira la
naturaleza en su estado más puro. Son los baños públicos donde los japoneses se
relajan, es el pasatiempos tradicional después de una jornada dura de trabajo,
quizás una de las actividades más saludables que puedes realizar allí. Son baños de agua a unos 40ºC donde se
eliminan toxinas y se purifica el cuerpo,
por allí dicen que tiene propiedades terapéuticas, además, y eso lo
confirmo yo, de que te quedas bien relajadito.
Nosotros no pudimos bañarnos en ninguno de las montañas,
cosas de viajeros y turistas, pero si que lo hicimos, chicas a un lado y chicos
a otro, en la última planta del hotel de Kyoto. Allí disfrutamos, primero de un aseo bien intencionado, cada uno
con su cuerpo como bien decía Mati (que lo probó una noche antes que el resto)
y después a relajarse en ese agua caliente con el cielo estrellado como techo.
¡¡ Un
verdadero placer!!
El RYOKAN
es la esencia de la hospitalidad japonesa. Es el alojamiento tradicional y de
estilo japonés que ha sido conservado a lo largo de muchas generaciones. Aquí
se contagia a los huéspedes la serenidad, la calma y la buena disposición de
los que allí trabajan. El encargado te recibe a tu llegada para mostrarte la
habitación y todas las instalaciones del ryokan, los baños públicos, el comedor
y los salones. Lo primero que es obligatorio es desprenderse de los zapatos,
los suelos son de maderas y tatamis (esteras cuidadosamente terminadas y
rematadas) donde es una ofensa pisar con zapatos. Hay que ponerse unas
zapatillas que tienen perfectamente ordenadas y dispuestas para su uso, o ni
siquiera zapatillas, cuando de pisar el tatami se trata, hay que disfrutarlo
con los pies descalzos.
Las habitaciones están decoradas al estilo tradicional,
paredes y techo de madera con enormes ventanales y puertas también de madera y
papel de arroz. Los tatamis están extremadamente limpios y tienen una fragancia
especial a naturaleza. Escasos muebles: una simple mesa con una bandeja de té caliente
y dulces en señal de hospitalidad, sillas carentes de patas, cojines y futones
para dormir colocados directamente encima del tatami.
Y para estar aún más cómodo, tienes a tu disposición un
yukata, es un kimono de algodón que te hará sentirte como un verdadero japonés.
¡Gracias, Maribel y Diego, por nuestra (de Juan Diego y mía)
primera noche en Kyoto!!
* NOTA: Suplemento especial escrito por 4 grandes acompañantes de este gran viaje. Gracias viajeros!
Hola Diegooooo. No sé si te habrás ya informado en las ediciones digitales de los periódicos " La voz de Bankok", "Tokyo Times", "La gaceta de Pekín" o alguno de los que andan por ahí; pero la gran noticia es que he quedado subcampeón del torneo de padel de la ONG Cooperación en Honduras (4ª Categoría). Estoy molío, nunca he jugado tantos partidos en tan poco tiempo. Pero bueno, todo sea por la causa.
ResponderEliminarUn abrazo campeón y escribe pronto que la tele está muy aburrida.
Muy buenas. Ya sé que han pasado unos días pero es que he estao liao.
ResponderEliminarEn esta ocasión creo que corresponde felicitar a los autores solidarios de este post. Muy buena idea la de compartir la autoría.
Tal vez (seguro) que Japón es tan especial porque precisamente... Está tan lejos. Aunque ahora, para Juan Diego, España es la que está mu lejos.
Un abrazo a todos.
Tienes razón Ilde. En este caso toca felicitar a los autores de este post, que han logrado compartir con éxito todo lo que aquella tierra taaaan lejana les ofreció.
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